Can Vivot, declarada Monumento Artístico Nacional en 1973 y Bien de Interés Cultural (BIC) en 1985, es una majestuosa casa señorial mallorquina que se conserva intacta desde su última reforma de 1683 a 1711. Sus orígenes se remontan al siglo XIV, una época de la que todavía se conservan elementos arquitectónicos en la fachada y en los bajos de gran parte de la casa. También atesora elementos anteriores como el arco árabe que, según se cree, formaba parte de unos antiguos baños. A lo largo de los siglos, la casa ha permanecido en manos de la misma familia, conservando su esencia medieval.
Y fue aquí precisamente, en este tesoro arquitectónico donde, el pasado 11 de abril, se dio cita un grupo de suscriptores en una nueva visita cultural organizada por el Club del Suscriptor y, en este caso, con la colaboración de la propiedad de Can Vivot.
De la mano de sus actuales propietarios, Pedro de Montaner y Magdalena de Quiroga, realizaron un fascinante recorrido para conocer su historia y los entresijos que esconde, admirar su imponente fachada, su patio barroco, su escalera imperial, sus carruajes, salones, pasillos y jardines. Asimismo, la zona abierta al público conserva intacta la reforma llevada a cabo en el 1700; también pudieron visitar estancias como el comedor, la capilla y la biblioteca, que alberga joyas del pasado, entre las que cabe destacar algunas como algunos manuscritos del siglo XIII, una carta náutica del XV y frescos únicos.
«Can Vivot es un lugar donde la vida privada y la historia se entrelazan»
Tal y como comenta Mita Estarellas, quien acompañó al grupo por parte del Club, «desde el primer momento, Perico -como se le conoce cariñosamente- nos recibió con una sonrisa franca, de esas que invitan a sentirse en casa. Por su parte, Magdalena, siempre amable y apasionada, fue desvelando con mucho detalle historias que no aparecen en ningún libro. Como bien nos explicaron, Can Vivot es un lugar donde la vida privada y la historia se entrelazan de una forma única, ofreciendo una mirada íntima al patrimonio vivo de Mallorca. Y es que cada rincón del palacio refleja ese legado: los muebles originales, los retratos de antepasados y una atmósfera que parece detenida en el tiempo» señala Mita, quien añade además que se fueron «con la sensación de haber vivido algo especial: un viaje al pasado, guiado por quienes hoy lo habitan y lo cuidan con amor».